Esta gran isla, entre la de la fortaleza y tierra firme, fue el lugar proyectado por el zar para constiruirse en el centro de la nueva ciudad. Sin embargo, los nuevos vecinos, que ya habían llegado a este rincón del Imperio a regañadientes, se mostraron tozudamente proclives a asentarse en la levemente más elevada y segura orilla sur del Neva.
Gracias a ello, Vassilievsky, con sus magníficas calles uniformes de un barroco de manual y sus instituciones universitarias y financieras se ha mantenido detenida en el tiempo.
En el estremo opuesto al golfo de Finlandia, donde el Neva rompe contra la punta de la isla, dos grandes columnas rostradas con proas de naves han servido de faros en las largas noches invernales.
El edificio de la Bolsa, entre ellas, conforma la fachada visible desde buena parte de la ciudad.
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