lunes, 15 de agosto de 2011
La catedral de Nuestra Señora de Kazán
Kazán está en una posición tentadora en el mapa. A la misma altura de Moscú, un poco a la derecha... Pero claro, en Rusia la escala del mapa es otra, y realmente hay unos cientos de kilómetros, así que otra vez será.
Sin embargo, esa posición que tienta al viajero significó durante siglos la gran amenaza para la existencia de los principados rusos. Kazán fue la gran capital tártara de la Horda de Oro, y desde ella se fraguarón numerosas incursiones a estas tierras. Su conquista por parte de Iván el Terrible en el siglo XVI supuso un punto de inflexión para Rusia, que pasó a convertirse en un temible enemigo, en permanente expansión.
Está introducción para comentar que la catedral de Nuestra Señora de Kazán en San Petersburgo, obra maestra del neoclasicismo, estaba en obras.
Esta iglesia se construyó para albergar el icono más preciado por los rusos, el de Nuestra Señora de Kazán. De Kazán pasó a Moscú, cuando esta ciudad era la capital. De allí a San Petersburgo, a esta su nueva morada. Durante siglos acompañó a los ejércitos rusos, como contra Napoleón. A la llegada de los bolcheviques al poder la imagen es trasladada a Moscú y la iglesia convertida en museo del ateísmo. Pero la imagen se pierde en el camino. Tras una sucesión de subastas en intentos fallidos de compra por rusos devotos, acaba en manos de una organización católica americana, que la compra en subasta y la presenta en Fátima, a la espera de la conversión de Rusia para su devolución a su patria. En 1994 Juan Pablo II devuelve el icono al patriarca ruso, tras descolgarla de la pared de su dormitorio, donde permaneció mientras la Unión Soviética se desmoronaba.
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